jueves, 18 de diciembre de 2014

Aquel pobre lector, que alguna vez leyó alguna de mis entradas, allá por el 2009, 2010, 2011 o hasta inclusive 2012, donde lo nombraba al Innombrable de Pablo. El Voldemort de mi vida. Recordaba estos días (realmente nunca lo hago), cuando fuimos al Jardín Botánico, cada detalle de las baldosas que recorríamos por Palermo, los domingos enteros que pasábamos haciendo el amor, las mil y una llamadas nocturnas diarias para hablar sobre lo ya hablado, la cantidad inmensa de detalles que tenía, que me convertían en una nena malcriada, pero amada.

Pero entre tanto buen recuerdo, nunca puedo dejar que los malos se queden en el olvido. Los tengo tan a flor de piel como si fueran totalmente recientes, y es que la verdad, nunca olvidé cómo terminamos un jueves, y el miércoles había hecho público que estaba en pareja con una morocha, la cual, no daba ni dos pesos, pero en el fondo, sabía que iba a durar. Una chica con la cual se mudó a donde nos íbamos a mudar nosotros, que usó el anillo que algún día iba a usar yo. Alrededor de 4 años estuvieron juntos, mientras yo respiraba en alguna otra punta de Buenos Aires.

Pablo fue mi primer amor. No sabía ni salir a la calle sin él. Cuando nos separamos, pensé que me iba a morir del dolor. Derramé cada lágrima queriendo que sea la última, pero tardé en darme cuenta que me iba a costar años que dejaran de caer. Y aunque pasaran los años, nunca me dejé de preguntar por qué hizo lo que hizo, sin más ni menos.

Pero un día cualquiera, me despierto. Así, en el medio de la nada, entre dormida mirando la tele, me llega un aviso que me desacomodó las ideas, terriblemente. Y resurgieron en mí, el odio y la bronca de recordar cuando me dijo que él no iba a llevar su celular porque estaba sin batería y era mentira. La vez que confirmó que ese departamento era nuestro, que me amaba con locura y que nunca jamás en la vida me iba a lastimar. Recordé todo esto al mismo tiempo que me acordaba del dolor de pecho que senti hace años. Esto, me despertó:



domingo, 13 de julio de 2014

Conformistas

Y acá ando, siempre igual, subiendo una entrada 2 veces al año, y cada vez que vuelvo o estoy allá en las malditas nubes o en el puto suelo. 
Y está muy cómodo el suelo. Tanto que se me hace que voy a pasar una buena temporada acá tirada hilando y deshojando mi cerebro. Estoy pensando seriamente si el problema, seré yo. Me pongo a pensar y me pongo mal por las acciones de los demás. 

Mentira, las acciones de él. Y discutimos y peleamos, y por dentro me digo; la puta madre, yo no soy así. Y me hacen creer que soy hincha pelota, que soy molesta, que soy la mismísima gata flora. Y mi lema de por vida, es que me merezco lo mejor. DOY lo mejor de mí, sin asco, no te escatimo un carajo. Y a todos les importa una goma, no pido un agradecimiento, pido lo mismo. Pido que me den lo que doy, y si no me lo dan, yo sigo dando, pero acá esto no es igualitario desde hace tiempo ¿Entonces?

Pero después me pongo a pensar, en este domingo horrible (re soleado y sin nada para hacer ni con quién, ESO es horrible) que quizás estoy mal yo. Que quizás tengo que conformarme con lo que me dan, que lo que dan está bien, el famoso "Que porque no me ama como quiero no significa que me ame con todo su ser" y demás páginas pedorras de facebook. Que no tengo por qué esperar más de alguien de lo que ya tengo o me da.

Entonces, me conformo. Y me conformo día a día con lo que saben darme. Y trato de no pensar en lo que no me da y en lo que podría, quizás, un poco más. Puedo llegar a pensar que le cuesta, que no somos todos iguales. Que algún día va a llegar. Y me conformo. 
Pero no soy feliz.


Hace mucho que no soy feliz. 
Y es triste.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Volver

Hay veces que uno se queda tan bloqueado que no sabe ni qué decir. Y ni les digo, cuando uno sabe qué escribir.

Hoy, me encuentro posicionada en un lugar de mi vida, en donde no miro desde arriba, sino hacia atrás. Y ví a P* super frágil e inmersa en una inminente secuencia de puras caídas. Bajo una sombra en la que no solo yo, sino su alrededor veía y sentía que me iba a costar salir. Y así fue. Pero hoy, un Jueves cualquiera, un 5 de Septiembre sin mucha importancia en el calendario, me siento plena. Estuve sola y salí sola, me levanté como una campeona y hoy miro hacia atrás y si bien me veo mucho mejor, no dejo de pensar lo mucho que costó salir del caparazón. 

Un 5 de Junio, volviendo de la facultad, me bajé del 134 para tomarme otro colectivo, y entre los pasos memorizados que hago cada Miercoles, me encontré con una sorpresa. Me encuentro con aquella sombra que me atormentó por 2 años. Una sombra que costó quitar y si bien quité cada resto de su ser en mí, las marcas quedan y las contemplo, contemplo cómo pasó por mi vida en un abrir y cerrar de ojos. Aquel 5 de Junio, justo 2 días después de haber empezado a rehacer mi vida al lado de otra persona, y especialmente recuperada de muchos miedos, lo veo. Apoyado cómodamente contra el poste que señala la parada, esperando, quizás al colectivo o quizás a alguien. Veo a Maximiliano. 

Me miró fijo como si hubiera visto un fantasma, (Y cómo no iba a mirarme así, si desapareció de mi vida sin aviso) hasta me animaría a decir que entreabrió la boca como sorprendido y hasta se separó de su cómodo poste para pararse bien y mirarme aún más fijo todavía, como incrédulo. Después de 2 años de no saber de sus pasos, lo veo ahí, justo cuando yo recién empezaba a rehacer mi vida. Veo que el colectivo que iba a tomar estaba estacionado y me subo. Y lo veo, dándose vuelta, y mirandome de la misma forma, quizás sin poder creer que me estuviera viendo en ese momento. Y lo ví, queriendo mantenerme la mirada, mientras el colectivo arrancaba, vi como se iba perdiendo entre la gente.

Y recordé aquellos momentos de inseguridad cuando me empecé a involucrar con él, sabiendo lo mal que hacía, y escuchando que varios me advertían. Me sentía como seduciendo al diablo... Y así terminé

¿Y qué pasó después? Simplemente valoré lo fuerte que fuí al no sentir nada más que un leve suspiro de, haber podido reafirmar que soy una persona que se levantó sola y no cayó con la piedra, solamente la pasó por al lado.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Pastillitas, mejor no.

Entre una entrada y otra, siempre me decepciono, conozco gente nueva, o hay un gran cambio, etc. En este caso fue mucho y poco, al mismo tiempo. Extraño escribir, lo hago en cada volante que me dan en la calle, en cada espacio vacío de mi cuaderno de la facu, hasta incluso en la suela de la zapatillas. Ok, hay veces que me surgen ciertos problemitas...

Me cambié totalmente el color del pelo, me peleé con alguien que en vez de "alguien", tendría que ser un "nadie". Típico bobo, pero bobo bobo, eh, tanto que sale con lo primero que se le presenta, ni siquiera se pone a ver si es linda, si es simpática. El flaco, saldría hasta con la bruja de Blair. Y como siempre, me termino convirtiendo en la Madre Teresa de los giles.

Y empecé a tomar las famosas pastillas anticonceptivas, por problemas hormonales. Qué me hicieron estas divinas pastillitas? Un colapso hormonal tal, que sentí que la cantidad de hormonas que tenía cada pastillita, podría despertar a un dinosaurio. 

Mi carácter, que normalmente nunca fue muy calmo ni apacible que digamos, se tornó algo así como... Era una bruta. 

Pasaba de la felicidad extrema (Imaginenme trotando por una pradera, con vestido rosa, pájaros volando, temperatura perfecta... Hablando siempre en diminutivo. Algo así como Flanders, pero no tan irritante. Era un Barney. Era una especie de Claudio María Domínguez, pero en mujer). 

Y a los 15 minutos me sentía una asesina serial, mis enojos se desataban cual bomba de Hiroshima. Las causas siempre eran variadas, desde algún cliente tarado o simplemente necesitaba que alguien me rozaba el brazo para querer clavarle un cuchillo en la pierna. Tenía la necesidad de desatar mi furia en alguien, por las cosas malas que me habían pasado, desde algo sumamente importante, hasta que me salga un grano en la frente. Cualquier excusa era buena para enojarme.

Mientras tomaba esas pastillas, no existió en mí la sutileza, el tacto, la amabilidad ... A todos me los pasé por el culo.

Y bueno. Eso. La realidad es que nunca sentí cambios de humor del que hablan los hombres o mujeres sobre el famoso "Uy, te vino?" antes de tomarme esas pastillas. Pero, en fin, dejé esa porquería, y con el tiempo noté una gran diferencia, vuelvo a ser la P normal. 

Creo.

miércoles, 25 de abril de 2012

La delgada línea que separa el bienestar, de la muerte

Para el que se quiera tomar su tiempo, bárbaro, el que no, que siga de largo. Ojalá todos puedan leerla entera y comentarme qué es lo que les parece, porque para mí es una de las entradas con más importancia en este momento de mi vida.

Mi hermana tiene anorexia. Hace años que le encuentro infusiones digestivas, diuréticos, cremas y geles reductores, fajas reductoras, balanzas, productos para adelgazar como abtronick, esos que se compran por Internet o por tv. Botellas llenas de vómito o comida masticada y escupida dentro de su cartera y mochila. Estoy harta de ver como su vida se apaga, ver como paulatinamente y sin que yo o mi mamá nos diéramos cuenta, deja de comer alimentos básicos como arroz o fideos, algunas verduras, ciertos productos que antes consumía regularmente, los desplazó por zapallo y pechuga todos los días.

Hay poquísima información de dónde puede haber un buen tratamiento, hoy por hoy, sé que fue a unos 4 psicólogos al menos y ninguno fue de ayuda, o por lo menos no de una ayuda notoria. El Hospital Borda fue un total desastre, el que tuvo o sabe de una buena experiencia en aquel lugar, que entre y me comente, porque ese lugar solamente empeoró lo poco que avanzó mi hermana, son irresponsables, los especialistas no llegan a horario, quedan en llamarte y no lo hacen, es más, a mi casa no volvieron a llamar jamás. Y así estoy renegando con todo y con todos, por no entenderla a mi hermana.

¿No entenderla?... Entré al mundo blogguer como dije en algunas entradas anteriores, leyendo blogs como el de 48 metros cuadrados, entre otros. Pero también, de estar harta de buscar páginas que me ayudaran a bajar los escasos 4 o 5 kilos que me molestaban. Al menos el 60 por ciento de mis seguidores eran pro Ana y pro Mía. ¿No entenderla a mi hermana? ¡Cómo no entenderla más todavía! Sé lo que es y sé lo que se siente verte y sentirte gorda por donde te mires, sé lo que es entrar a un local y que la escuálida de la empleada te de un talle "42" cuando ese 42 en realidad es un 38. Dos talles más para un simple 38. Aún así, me convertí pasajeramente en una fiel seguidora de esos estereotipos, en los que tener el más mínimo exceso de gramos está mal, menos calorías mejor, más ejercicio más me quiero a mí misma. Verme al espejo era no comer a la noche. Ser gorda era sinónimo de fealdad, de infelicidad.

Ver a nenas de edad de primaria preocuparse por su figura es horrible, es volver a verme a mí misma plasmada en otro cuerpo, es verme cuando lloraba cuando tenía 8 años en las clases de gimnasia. Fui señalada y también señalé, odié cuando una mujer flaca se culpaba por tener "rollos" inexistentes cuando yo también me culpé ante el espejo viendo "rollos" que tampoco existían. Sé que es difícil porque hoy en día también me cuido haciendo ejercicios o comiendo de manera más saludable, pero tratando de tenerlo en los niveles más normales posibles, entendiendo la delgada linea que separa el bienestar de la enfermedad, esa línea que pasé para "probar".

Hasta el día de hoy todavía encuentro a chicas "princess" pro ana y pro mía entre los comentarios de mis entradas. A una de ellas le tengo un real aprecio, "Ele" que ya no sé ni cómo hacer para entrar a su blog, pero que cada tanto la recuerdo y siempre deseo que se encuentre bien. Mi hermana ya empezó el tratamiento, 7 años más tarde de lo que tendría que haber empezado. 7 años más tarde, me siento una basura, una basura aún peor cuando vino mi mamá del centro de rehabilitación hace 4 semanas y dijo "Tu hermana está en estado de desnutrición". Si bien es un progreso, mi casa, desde que empezó el tratamiento, es un infierno.

No soy muy partidaria del dicho "Viví la vida que hay una sola" porque particularmente, no creo en eso, pero en fín, haya o no una vida o muchas, es tu vida la que estás viviendo, tuya y de nadie más, ver como mi hermana desperdicia años y momentos tan importantes preocupándose por su figura y escupiendo, tirando o vomitando la comida, sabiendo que hay millones de seres que mueren en el mundo entero por desnutrición, gente que se sacrifica día a día para tratar de dar a comer a su familia. Gente que muere sin poder de elección, sin poder llegar a ver la vida de otra forma, mientras a las pro ana y pro mía se les apaga la vida, mientras que a MI hermana se le apaga la vida viendola cada día más y más delgada, por llegar a una "perfección" que existe únicamente en su mente y a la cual nunca van a llegar porque la enfermedad no las deja ver con ojos de realidad.