Viernes, salida del colegio, me llama, discutimos. Nos "arreglamos" (por la mitad) porque tenía que tomarme el colectivo. Llegué a casa a la hora de siempre, y le mandé un mensaje para avisarle que había llegado, como me pidió. No merendé. Tampoco cené. Discutimos, mucho. Demasiado diría yo. Discutimos tanto, como para hablar 6 horas por teléfono. 360 minutos hablando, discutiendo, echando en cara, confesándonos. Fueron por momentos eternos, y por momentos algo rapidísimo. Me preguntaba si como pareja pensaba que estabamos bien.
-¿La verdad? No. Para nada. Hace tiempo que te lo vengo diciendo. Y los dos miramos para el costado. Mirá cómo estámos ahora.
-Yo pienso igual.
Le confesé que había entrado a su correo de hotmail y gmail por haberme echo él lo mismo meses atrás. Que no me gustó, que me dolió en serio, que sabía que estaba mal, y que yo misma estaba decepcionada de lo que hise. Que no quería haber caído tan bajo como él un tiempo atrás. Hasta que me dijo lo que yo sospechaba hace tiempo.
-Creo que si las cosas siguen así, lo mejor sería entre los dos tomarnos un tiempo.
Después de ese balde de agua fría, lo único que me vino a la mente, es el cambio de su forma de pensar, de su forma de hablar, de todo. Nunca pensé que el darte cuenta del cambio de una persona podía doler tanto. Por mi parte lo único que le dije fue eso. Lo mucho que cambió, lo mucho que lo noto. Hace tiempo. Y que hace tiempo me lo veía venir.
Sábado a la mañana. Me levanto, desayuno mecánicamente. Me levanté sin ninguna razón, y aun incluso moría de sueño. Me llama. Me pregunta si todavía pienso que él me quiere dejar. Le dije que no, que no sentía eso, (con un par de dudas dentro) pero le dije la verdad.
A la noche me vuelve a sonar el celular, como siemrpe, casi a la misma hora. Y volvimos a tocar el tema. Hasta que algo realmente, me hiso enojar. Me hiso una joda que hasta el día en que me muera me va a parecer lo peor que pudo haber echo.
Y se lo dije. Por sus jodas estábamos como estabamos. Por no tomar en serio lo nuestro.
Fueron 4 horas, las que discutimos, hablamos, nos enojamos, nos gritamos.
Domingo, nos tocaba vernos. Ya que el único día que nos vemos, son los domingos o feriados. Como él estaba enfermo fui yo hasta su casa, como lo estuve haciendo las últimas semanas. Un tren de 20 o 30 minutos, y un colectivo de casi una hora. Lo peor que me pudo pasar. Un viaje tan largo, en donde conozco muy poco, lo único que me facilita es el maquinarme y pensar cosas que no me hacen bien.
Nos vimos, estuvimos juntos, estuvimos bien, en parte como si no hubieramos tenido esas largas horas en nuestras cabezas, de los días anteriores. Como una mezcla de no querer recordarlo y hacer de cuenta que eso nunca pasó.
Por ahora creo que estamos bien. Pero todavía me quedan ciertas dudas.